Ping Pong Aéreo y Cilibol: Empezó la diversión

"Ping Pong, Ping Pong, ping pong aéreo llegó, y empezó la diversión!".
Este producto de la década del 80 tal vez sea más recordado por la canción de su publicidad, que por el juego en si.
Tal como lo indica su nombre se trata de un ping pong para ser jugado en el aire, sin mesa y sin red. Para ello se vale de la clásica pelotita de ping pong y en vez de paletas, dos especie de cucuruchos con un cesto en su extremo superior y un gatillo que "dispara" la bola (como ilustración usamos la imagen de un cucurucho hecha por el sr. Podeti a la que agregamos un pelota, solo a manera de referencia).
¿Qué no se entendió nada?. Bueno, lo importante es que al accionar el gatillo la pelotita salía volando y el contrincante debía atraparla con su cucurucho/canasto. Pura diversión.
Claro que a los pocos días esta actividad se volvía tediosa y ya no era divertida, por lo cual los elementos del juego eran usados para otras tareas (algo que pasa con la mayoría de los juegos que contienen algún mecanismo).
Por ejemplo: se utilizaba el cucurucho/canasto para lanzar otros objetos más contundentes y así provocar algún daño (a una persona u objeto). El ítem más empleado para ser arrojado era el recientemente resucitado Rasti. Si señores, el Rasti tenía la forma, el peso y la aerodinámia justas, para ser disparado con el ping pong aéreo. Ojo, había que saber colocar el Rasti debidamente para no perder un ojo en el intento, pero se podía.
Así, gracias a lo aburrido y peligroso que podía llegar a ser, el ping pong aéreo dejó de ser fabricado, aunque recientemente volvió a producirse (no saben lo que hacen).
El otro juego de los fines de los 80 que recordaremos es el Cilibol.
Se trataba de un juego de ingenio que intentaba aprovechar el filón impuesto por el hiper exitoso cubo mágico. Incluso guardaba cierta similitud con el Rubik, pero en vez de cuadrado era cilíndrico y con bolitas de colores que había que combinar. Más claro: en vez de tener que armar una cara de un color (como en el cubo mágico), había que girar el juguete traspasando las bolitas para formar una línea del mismo color.
Lo anterior traía un problema: todos los que jugaron alguna vez al cilibol se agarraron la piel de los dedos en este aparato de tortura tanto psicológica como física (no solo algunos se molestaban por no poder armarlo, sino por pellizcarse los dedos constantemente).
Y al igual que con el Rubik, había gente que no soportaba perder y lo desarmaba para acomodar las bolitas. Pero gracias a esto muchas veces se perdían las bolitas y el jugador quedaba "escrachado" como un verdadero tramposo (y ciertamente lo era).
De esta manera llegamos al fin de esta nota en la que rescata a dos pequeños juegos de los ochenta. Solo dos de unos tantos. Y ahora que lo pienso podían usarse combinados: tirando las bolitas del cilibol con el cucurucho del ping pong aéreo. Haberlo sabido hace ventipico de años…