Y2K: Apocalipsis Now

No pasó hace décadas, aunque ya pertenece al siglo pasado. El Y2K no era otra cosa que un presagio de Apocalipsis, pero esta vez por culpa de las computadoras (muy al estilo del excelente film "Juegos de Guerra").
Se trataba de algo simple: las computadoras podían fallar con la llegada del 2000 y si no se hacía algo a tiempo, un solo equipo con el error sería capaz de afectar innumerable cantidad de servicios. "Podemos tener controladas las centrales atómicas, pero resulta que una PC 286 olvidada, que funciona como distribuidora en un punto, es la que falla e interrumpe el circuito", aseguró un especialista.
Según una nota publicada en 1999 en el diario La Nación, el problema era que "para algunas computadoras, los dígitos 00 son 1900 y no 2000, por lo que entregarán valores absurdos al utilizar fechas. En el mismo sentido al realizar cálculos: como 2000-1997 en realidad hace 00-97, lo que entrega es un resultado de -97, totalmente inconsistente para cualquier tipo de operaciones, en primer lugar las bancarias".
Se suponía que los bancos colapsarían, los aviones se caerían en pleno vuelo, los misiles se dispararían solos (también al estilo de "Juegos de Guerra"), y varios de los electrodomésticos nos atacarían, como en aquel recordado capítulo de "El Show de Benny Hill".
¿Qué se podía hacer ante este "terrible" mal"?: pagar. Para solucionar el problema, cada país necesitaba de técnicos especializados, programas sofisticados y millones de dólares. Según los cálculos, el Y2K le costó al mundo unos 600.000 millones de dólares. Mientras tanto, en casa, volvimos a aprender cómo programar la video para que funcionara correctamente.
Llegó el día y mientras todos brindaban, había miles de expertos trabajando en el tema. El caso es que hubo algunos errores informáticos, pero nada grave: en Costa Rica, más de mil teléfonos que funcionaban con tarjetas chip dejaron de andar, un videoclub de Nueva York le reclamó a un cliente una deuda de 90 mil dólares por devolver con cien años de atraso la película alquilada, en Estocolmo los relojes computarizados de los taxis marcaron cifras inferiores a lo consumido, y en París un vendedor de artesanías fue magnate por algunas horas ya que su cuenta bancaria aumentó en cien millones de francos.
Así, el Y2K fue un fiasco, se gastó más plata de la necesaria, se magnificó el tema, el Apocalipsis no llegó y el mundo siguió su curso normalmente, pero con 600.000 millones de dólares menos. Eso sí, por lo menos sirvió para que un vendedor de artesanías tuviera su momento de gloria, y con eso basta.